miércoles, agosto 27, 2008

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Siu Kam Wen
LA VIDA NO ES UNA TÓMBOLA


Siu Kam Wen es considerado uno de los narradores peruanos más originales de la generación de los ochenta. Su obra viene produciendo una creciente atención por parte de la crítica especializada, no solo por los valores estéticos intrínsecos que posee sino también porque provee una rica información antropológica sobre las formas de auto-representación e interacción de la comunidad chino-peruana en el contexto de una sociedad multicultural como la existente en el Perú.

Sus narraciones enriquecen la ya compleja heterogeneidad cultural peruana con sugerentes miradas sobre nuestra historia y geografía. El sentimiento del creciente deterioro físico de la ciudad de Lima en una heterogénea explosión demográfica y económica. La mezcla de nostalgia y resentimiento conviven en la mirada de un escritor expatriado, que siente que su país lo forzó a una nueva migración, negándole empleo y hasta nacionalidad. Sentimiento de ser la suma de dos diásporas consecutivas (la china y la peruana).


Recientemente Ignacio López Calvo de la Universidad de California ha publicado un extenso articulo acerca de la obra de este escrito chino-peruano, egresado de la Universidad de San Marcos (“Sino-Peruvian identity and community as prison: Siu Kam Wen’s rendering of self-exploitation and other survival strategies” Afro-Spanic review, vol. 27, Number 1, spring 2008, pp. 73-90). El articulo publicado este mes de agosto, es muy penetrante, y adicionalmente tiene el valor de ser el primero en comentar con lujo de detalles su ultima novela, La vida no es una tómbola, de reciente aparición en Estados Unidos (Ewa Beach, 2007) y actualmente en prensa en el Perú (UNMSM, 2008).


Tómese este breve informe, en parte como una traducción (no autorizada) y en parte como un resumen parcial del extenso ensayo original del profesor López Calvo.


El Perú tiene una de las más grandes comunidades chinas de América Latina, pero el estudio de la literatura chino-peruana y de la imagen del chino en la literatura peruana es todavía muy limitado. Siu Kam Wen será sin lugar a dudas uno de aquellos autores cuyos trabajos serán objeto de estudio especializado en el futuro inmediato. Su primera colección de cuentos, publicada bajo el título El tramo final, agrupa nueve historias cortas sobre la vida en el barrio chino de Lima, que constituye casi un testimonio antropológico. Su última novela, La vida no es una tómbola, mantiene este tratamiento testimonial realizando una denuncia del sistema económico de autoexplotación intensiva del trabajo familiar en chifas, bodegas y otros negocios de los cuales Siu Kam Wen y muchos otros niños chino-peruanos constituyen víctimas involuntarias.


Siu Kam Wen nació en China en 1951. A los seis años su familia migró a Hong Kong y a los ocho años de edad llegó a Lima, donde tuvo que aprender a leer, hablar y escribir en español. Estudió primero en el colegio chino de Lima, luego en el colegio público Ricardo Bentín y terminó sus estudios secundarios en el Colegio de Aplicación de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de San Marcos. Posteriormente estudió y se graduó en Contabilidad (1978) en la misma universidad, donde también estudió Literatura, participando en diversos concursos literarios tras el sueño íntimo de convertirse algún día en escritor.


Tras fracasar sus intentos de conseguir la nacionalidad peruana o un trabajo, nuevamente migró con su familia a Hawai en 1985. Desde entonces trabaja como técnico en computación para la Fundación Estatal de Honolulu para la Cultura. El año 1988 publicó una colección de historias cortas titulada El tramo final y luego La primera espada del imperio, vuelta a reimprimir en el 2004 con la colección Ilusionismo, en un volumen de Cuentos completos. El mismo año publicó dos nuevos libros: La estatua en el jardín y Viaje a Ítaca, que el mismo autor tradujo al inglés con el título: A Journey to Ithaca.


El mayor número de páginas escritas por Siu Kam Wen transcurre en el barrio chino de Lima, que ocupa aproximadamente dos manzanas de la calle Capón, cerca del mercado central. Historia que comienza, por supuesto, muchísimos años antes que su familia migrara al Perú. Hablamos de 1847, siete años antes de que la esclavitud negra fuera oficialmente abolida en el Perú (1854).


Los terratenientes peruanos decidieron seguir el ejemplo británico iniciado en 1806 en Trinidad, importando trabajadores chinos (coolies) de Macao para ponerlos a laborar en las plantaciones de algodón y azúcar y en la extracción de guano. Ellos no se imaginaron que los traían como semi esclavos. Firmaban sus contratos por cinco y diez años, pensando que el sacrificio valía la pena, pues les permitiría ahorros que luego invertirían en algún negocio futuro, objetivo que un sistema de deudas creciente (enganche) convertía cada día en más lejano. Para escapar de esta situación ellos solían iniciar pequeños negocios de venta de comida (Chifas) que finalmente los introducía en una larga historia de autoexplotación.


Siu Kam Wen enfoca los orígenes de esta trágica odisea de los coolies, solo en uno de sus cuentos, titulado: “En alta mar”, incluido en El último tramo. El resto de sus trabajos se centra en la experiencia chino-peruana que tiene lugar en los años de 1960 o posteriormente. Desde los tempranos años del siglo XX, la imagen del chino como coolie fue progresivamente reemplazada con la imagen del chino como un pequeño tendero al interior de muchos países.


Los mercaderes chinos en las urbes estuvieron en posición de beneficiarse con el incremento del comercio y la migración masiva que coincidieron con la expansión del capitalismo. Como se ve en la literatura de Siu Kam Wen este progreso económico ha desarrollado una ética del trabajo, que preserva una vieja tradición campesina de autoexplotación que fue estudiada y aplicada inicialmente por el economista agrario y sociólogo ruso Alexander Chayanov a los sistemas campesinos de Rusia, y que desde entonces ha sido usada para analizar el llamado “modelo chino de trabajo”. Se ha señalado que los niños del campesinado trabajan desde muy temprana edad como niños comerciantes detrás de la tienda de su familia.


Con la excepción de La estatua en el jardín, el drama ¡Vino alguien después del funeral! y el cuento incluido en La primera espada del imperio e Ilusionismo, el resto de los escritos de Siu Kam Wen pueden considerarse del género autobiográfico o semi-autobiográfico. Particularmente interesante es La vida no es una tómbola, que es una suerte de versión novelada de la historia incluida en su primera colección, El tramo final.


Ambos libros describen la vida diaria de los chinos tenderos o bodegueros de Lima, que incluye a los wa kiu (primera generación de chinos inmigrantes), los tusáns (chinos nacidos en el Perú), los sén-háks (nuevos migrantes) y algún kuei (diablos o extranjeros). La inclusión de estos términos chinos forma parte de muchas traducciones lingüísticas y culturales que abundan en sus textos (algunas las deja sin traducir y otras son explicadas en glosarios o en el mismo texto). La traducción cultural incluye proverbios, tradiciones, prácticas, creencias y supersticiones. Al mismo tiempo, la novela expone no solo la vida al interior de la comunidad del barrio chino sino también los eventos históricos y políticos de un Perú en decadencia tal como es recordado desde la distancia temporal y geográfica que lo separa de Hawai.

Como el autor informa en su blog, el manuscrito de La vida no es una tómbola, atravesó diversas tentativas de títulos, entre ellos: “El fin de la infancia”, “Recuerde el alma dormida” y “Los tenderos”. El actual título proviene de una canción que fue muy popular en los sesenta, solo que es una negación de lo que afirma dicha canción. En realidad esta sentencia constituye el título del capítulo final de la historia: “La vida de los tenderos, por supuesto, es cualquier cosa menos una tómbola”. Todos sus títulos evocan un “dirty little secret” detrás de la imagen del chino emprendedor: la autoexploración del tendero, de sus familias y de los inmigrantes recién llegados de China.

Normalmente se trata de una auto-imposición, una característica central de los enclaves étnicos chinos a través del cual se moviliza, en un tiempo relativamente corto, del trabajo dependiente al autoempleo que Siu Kam Wen describe como el desarrollo psicológico y moral del joven Héctor, mediante el cual es forzado a trabajar desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche, incluidos los días feriados, proceso que arruina los años tempranos de su vida hasta el punto de conducirlo a una profunda depresión.


En Viaje a Ítaca, el protagonista camina alrededor de Lima durante el verano de 1990, reportando como ha devenido en oscura y decadente y cuan poco amable es el clima que siempre ha tenido. También dirige sus reproches hacia los limeños ricos de los barrios privilegiados que nacieron con la “cabeza profundamente enterrada en la arena” y hacia un país que le negó la posibilidad de un empleo y una nacionalidad después de haber vivido allí por más de un cuarto de siglo. Por el contrario, en La vida no es una tómbola dirige su criticismo hacia su propio grupo étnico, los chino-peruanos. El protagonista resiente el sufrimiento que tuvo durante su infancia y adolescencia, forzado a trabajar en una pequeña tienda que sus padres poseían en el Rímac, un barrio obrero de Lima. La historia de Héctor no tiene otro objetivo que el de “tomar distancia con un traumático pasado al que todavía no puede evocar sin sentir tristeza”.


Esta toma de distancia tiene un efecto terapéutico para comprender una experiencia a la vez interétnica e intergeneracional. La diáspora es una trasgresión de las fronteras claustrofóbicas de la identidad china. Cuando Héctor observa a muchos de sus compañeros de estudio aprender solo lo básico de la lengua hispánica, pues no tienen otro horizonte, al salir del colegio, sino trabajar en la bodega de sus padres, ve cada vez más lejos sus sueños académicos “¿Terminaré siendo otro tendero, como lo son mi padre, el señor Wong y todo el mundo que conocemos, y como lo han sido generaciones y generaciones de chinos antes que nosotros?”


En resumen, la narrativa de Siu Kam Wen es una mirada desde la distancia que le permite recrear la vida diaria de los habitantes chino-peruanos y percibir críticamente tradiciones heredadas a las que se aferra dicha comunidad en defensa de una identidad ancestral en el contexto de una sociedad multicultural que también actúa como una prisión para la identidad individual de las nuevas generaciones de jóvenes chino-peruanos. A los conflictos interculturales se suman los intergeneracionales. Los primeros conducen a aislamientos xenofóbicos y los segundos a la auto-explotación. En suma, un conglomerado de conflictos no resueltos desfila ante nuestros ojos en la magistral narrativa de Siu Kam Wen de quien se puede decir que ha introducido una nueva voz en la narrativa latinoamericana.


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